Como veréis, estoy recuperando de mi anterior blog, diferentes artículos fácilmente aplicables a la actualidad. En este caso de fecha 21/02/2010
Me gustaría poder lanzar un pequeño mensaje a nuestros políticos actuales, los cuales deben comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz.
Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre. Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de compromiso sincero.
Todos los hombres (incluso los políticos), perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que supuestamente todo hombre lleva en el corazón y en la mente de cada ser humano.
El compromiso personal de cada individuo, es la vía maestra de la doctrina social y democrática. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen del compromiso social que, según la pureza de nuestros textos constitucionales debería ser la síntesis de toda la Ley.
El compromiso personal da verdadera sustancia a la relación de cada individuo con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones asociativas sociales, económicas y políticas.
El compromiso personal es el don más grande que poseen los hombres, es su savia vital y nuestra esperanza.
Soy consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre el compromiso personal , con el consiguiente riesgo de ser mal entendido, o excluido de la ética vivida y, en cualquier caso, de impedir su correcta valoración. En el ámbito social, jurídico, cultural, político y económico, es decir, en los contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales. De aquí la necesidad de unir no sólo El compromiso personal con la verdad, sino también en el sentido, inverso y complementario.
Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad de las necesidades del ciudadano en la «economía».
De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la población española , sino que contribuiremos a dar fuerza a nuestra sociedad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. Y esto no es algo de poca importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola.
Por esta estrecha relación con la verdad, se puede reconocer a la sociedad política como expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas, también las de carácter público. Sólo en la verdad de los problemas por lo que atraviesa la ciudadanía resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad ciudadana es luz que da sentido y valor al mundo político. Esta luz es simultáneamente la de la razón , por medio de la cual la inteligencia llega al pueblo, percibiendo su significado de entrega, acogida y compromiso . Sin verdad, la política cae en mero sentimentalismo ideológico. El discurso se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del mundo político en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario.
Por desgracia la “verdad política actual”, difiere mucho de la realidad de los problemas de los ciudadanos de España.
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